Agosto de 2010
La India, tierra de contrastes, y su capital Nueva Delhi, concentra todos ellos, una inmensa urbe, ruidosa, de fuertes olores y vivos colores, y en la que patibularios rostros y demacrados cuerpos se cruzan con otros de sonrisas sinceras, compartidas con generosidad, por muchas y muchos que nada más tienen que poder compartir.
A la locura cotidiana de una ciudad como esta, en aquel momento se le añade que solo dos meses después sería sede de los XiX Juegos de la Commonwealth, algo así como los Juegos Olímpicos de los países que formaron parte del Imperio Británico. Se estrena una suntuosa terminal del aeropuerto con suelos enmoquetados y engalanada con ingentes cantidades de orquídeas, se abren infinitas zanjas o se derriban viviendas para anchar las calles, esto último, avisando a quienes están en el local de acceso a internet ubicado en los bajos, al tiempo que la excavadora arranca los cables de la fachada colindante, crazy India.
Son muchos los templos e imponentes edificaciones, como la Tumba de Humayun o Jama Masjid, la mayor mezquita de la India,
Uno de los grandes espectáculos de esta ciudad se da todos los días en sus tiendas y mercados. La paleta de colores, los penetrantes olores, sonidos que pelean por imponerse los unos a los otros, texturas que estimulan el paladar y el tacto... un menú infinito.