Agosto de 2021
En el centro de Suiza encontramos el Lago de los Cuatro Cantones, aunque en la actualidad con la división en dos de uno de ellos, el lago tiene acceso desde cinco cantones diferentes. Desde Vitznau, un tren cremallera facilita subir al monte Rigi, y disfrutar de una espectacular panorámica de 360º.
En el extremo noroccidental del lago, las aguas lo abandonan por el cauce del río Reuss, donde hace 1.200 años se encontraba una aldea de pescadores, hoy la ciudad de Lucerna. Icónica la imagen del Kapellbrücke (Puente Capilla) con su cubierta de madera, su trazado en diagonal sobre el río y la robusta torre.
Por sus animadas calles, abundan las grandes mansiones de siglos pasados, con sus fachadas adornadas con llamativos murales.
Sobre el río otros puentes, y en ambas orillas templos de distintas órdenes y épocas.
Tallado directamente en la roca vertical, sobre un pequeño estanque, un moribundo león cuyo rostro emana una profunda tristeza, recuerda a los guardias suizos fallecidos en cierta contienda.
Lucerna es todo lo anterior, pero también una ciudad abierta al futuro, que habiendo sufrido múltiples incendios ha ido creando nuevas infraestructuras, combinando ese potencial turístico con una vertiente empresarial.
60 kilometros al suroeste de Lucerna, los lagos Thunersee y Brienzersee quedan unidos por el río Aare, y justo en ese punto entre ambos lagos, el municipio al que su ubicación da nombre, Interlaken, con grandes hoteles que atestiguan el arraigo que el turismo alpino tuvo y mantiene en la región.
Un funicular nos lleva por encima de los 1.200 metros del Harder Kulm, con un voladizo mirador sobre los lagos y frente a la línea formada por el Eiger (3.970 m), Mönch (4.099 m) y Jungfrau (4.158 m), tres colosos de roca, nieve y hielo.
Desde Interlaken, una combinación de hasta cuatro trenes cremallera, nos lleva al Jungfraujoch, collado entre el Jungfrau y el Mönch, a 3.463 metros, y de ahí un ascensor sube a los 3.571 metros de la cumbre del Sphinx, donde una impresionante panorámica nos rodea con sus cumbres de roca cargadas de nieve, recortadas sobre un cielo infinito. A nuestros pies, el arranque del glaciar más grande de Europa, el Aletsch, que a pesar del agónico retroceso y merma que sufre por el calentamiento global, hoy aún se extiende a lo largo de 23 kilómetros y en la zona más ancha alcanza el kilómetro y medio.
Desde Jugfraujoch en aproximadamete 45 minutos sobre la nieve podemos llegar a los 3.650 metros del Mönchsjochhütte (refugio del collado del Mönch).
En torno a la estación de ferrocarril más alta de Europa, encontramos un restaurante y diversas tiendas, pero también una exposición que narra la historia del propio túnel, una galería de hielo, una proyección de 360º con imágenes del entorno, y testimonios de eventos deportivos disputados en este lugar: baloncesto, tenis, boxeo, atletismo y un largo etcétera.
El trazado de todos los trenes para llegar a Jungfraujoch, fue un desafío superado por quien lo proyectó a finales del siglo XIX y quienes finalizaron su ejecución a comienzos del XX. En la mayor parte ofrecen unas vistas espectaculares, como la cara norte del Eiger desde Grindelwald. El reto más complejo fueron los algo más de siete últimos kilómetros, que discurren por un túnel bajo el Eiger, en este tramo la parada en Eismeer posibilita ver el lugar conocido como "mar de hielo".
El descenso en tren por Lauterbrunnen ofrece la imagen de una altísima cascada en el entorno mismo de la localidad, y tres kilómetros al sur, Trümmelbach, un recorrido por una angosta y vertical garganta, por la que llegan a fluir de manera atronadora hasta 20.000 litros de agua por segundo, proveniente de los glaciares del Jungfrau, el Mönch y el Eiger.
Solo 50 kilómetros al noroeste siguiendo el cauce del río Aare, llegamos a Berna, capital de Suiza y del cantón homónimo. La parte antigua de la ciudad, se encuentra en una pequeña elevación, flanqueada en su mayor parte por un meandro del propio Aare. El casco urbano, sigue el trazado medieval, organizado en varias calles principales con grandes soportales.
La historia fundacional de Bern y su propio nombre, estan relacionados con un oso, y es profusa su presencia en escudos, banderas y las numerosas fuentes y esculturas que encontramos por toda la ciudad.
Otra peculiaridad son los sótanos, con accesos directos desde la calle, empleados en muchas ocasiones como locales comerciales.
Por último, los 344 escalones de la torre de la catedral, nos ofrecen una gran panorámica y la posibilidad de comprender mejor la distribución de la ciudad.