Julio de 2021
Al oír Peñíscola, nos viene a la mente la imagen de una inmensa playa con su paseo marítimo y frente a éste un infinito conjunto de apartamentos y hoteles. Eso también es Peñíscola, pero es mucho más que eso. La parte vieja del municipio se encuentra en una roca, que originalmente se unía a tierra solamente por una franja arenosa, a día de hoy ese istmo, ahora edificado, sigue marcando el límite entre la extensa playa norte y la más corta playa sur, junto al puerto.
En pleno apogeo estival será con los primeros rayos de luz el único momento en que podamos ver el casco antiguo sin las hordas que conformamos los visitantes. Se trata de un abigarrado conjunto de callejuelas que nos llevan hacia el punto más alto, coronado por el Castillo del Papa Luna, de origen templario y de la Orden de Montesa sobre una alcazaba anterior, y residencia de Benedicto XIII, más conocido como el Papa Luna, quien falleció aquí en 1423 a los 96 años de edad, tras una estrambótica situación en la que llegó a haber tres papas simultáneamente.
Como es habitual en los entornos turísticos adyacentes a la costa, el paisaje urbanístico se conforma por grandes y poco atractivos bloques, aunque también podemos dar con alguna urbanización más amable a la vista y otros sentidos.
Al sur encontramos el Parque Natural Sierra de Irta, fantástica muestra de matorral y bosque litoral mediterraneo, siendo de las pocas áreas de este tipo sin edificar. El parque puede cruzarse por varias pistas, estrechas y de firme irregular, respetando las normas del mismo. La más empleada es la que discurre paralela a la línea de costa, en la que encontramos la torre Badum, de origen árabe y que da nombre a una cerveza artesana de Peñíscola, y diversas calas, entre ellas a unos 5 kilómetros del inicio de la pista la Platja del Pebret, con fina y clara arena.
Continuando hacia el sur en el municipio de Alcocéber (Alcossebre), encontraremos otro importante arenal urbano y puerto deportivo. Desde la ermita de Santa Llucía i San Benet es impresionante la vista panorámica hacia la costa. En el interior, el castillo de Alcalá de Xivert nos habla como el de Peñíscola de un pasado en el que la importancia de estas atalayas era mayúscula.
De regreso a Peñíscola, a lo largo de la tarde su flota pesquera descarga sus capturas, y la gente que va dejando libre la playa camina por las calles del casco antiguo, entre espectáculos de teatro, restaurantes y todo tipo de comercios que se afanan en mostrar sus productos. Y con un poco de suerte, y alguna nube despistada, el cielo se teñira de una cálida paleta de colores.